Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1405
Legislatura: 1889-1890 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 14 de abril de 1890
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Cassola
Número y páginas del Diario de Sesiones: 137, 4196-4198
Tema: Aplicación de la Real orden de 23 de noviembre de 1883, expedida por el Ministro de la Guerra

Ante todo, debo decir al Sr. Cassola que no le agradezco la consideración que ha tenido conmigo de no querer leer un suelto que publica la prensa extranjera. (El Sr. Cassola: Entiendo que es un deber; no me lo agradezca S.S.). Por eso digo que o se lo agradezco a S.S.

Después de todo, el suelto es un parte telegráfico dirigido desde Madrid, parecido a muchos sueltos que se publican en El Estandarte y otros periódicos de Madrid; de modo que es un suelto más que contra mí se ha publicado en España, puesto que lo que los periódicos extranjeros hacen no es más que publicar ese parte remitido desde aquí. (El Sr. Villaverde: No tiene nada que ver en esto El Estandarte). Como El Estandarte dice que soy un tirano y no sé cuántas cosas más? (El Sr. Fernández Villaverde: No me parece justo ni oportuno mezclar El Estandarte en esta polémica). Cito ese periódico como pudiera citar otro cualquiera de los que atacan tan sin piedad. Pero, en fin, esto no tiene importancia para el caso actual. Lo que sí la tiene verdaderamente para la que pudiera llamarse cuestión de los generales, es el incidente que ha promovido hoy otra vez el señor general Cassola con motivo de unas palabras mías pronunciadas en este sitio.

El Sr. Cassola está equivocado, y está equivocada también la prensa extranjera, si me atribuye a mí el concepto que S.S. injustamente ha supuesto que tengo yo de los generales españoles. Y puesto que S.S. tiene ahí el Extracto de la sesión en que yo hablé, desearía que S.S. me lo remitiera por medio de un ujier, porque le voy a comentar, y va a ver S.S. lo injusto que ha estado conmigo y lo injustos que son todos los que han querido entender las cosas como S.S. lo ha hecho.

Y ante todo me importa, porque para eso no necesito ni leer el Extracto, declarar que yo no personifiqué la cuestión, que hablaba en términos generales, que estaba recordando una cosa que S.S. tiene muy olvidada, pero que yo debo recordar mucho, porque interviene en ella como Gobierno; y es que, habiendo un periódico extranjero que tiene mucha circulación, hablando de un general, extranjero también, y habiéndole designado como general español porque era inquieto, porque se dedicaba más a la política que a la milicia, y porque otra porción de circunstancias análogas, algunos generales españoles lo llevaron muy a mal, e hicieron bien, y quisieron pedir satisfacción a ese periódico; y entonces el Gobierno, así que tuvo noticia del asunto, intervino diplomáticamente en esa cuestión, estableciendo reclamaciones que hizo nuestro representante en París cerca del Ministro de Negocios extranjeros y de la redacción de ese periódico, a consecuencia de lo cual se nos dieron explicaciones, con las cuales pudieron quedar satisfechos aquellos dignísimos generales que reclamaban contra el periódico; porque, al fin y al cabo, el periódico decía que se refería precisamente a las luchas por que había pasado este país, a las guerras civiles de que ha sido víctima, a las costumbres que por esto se habían establecido, de que los generales se mezclaran demasiado en política, y a que había pasado un largo período este país siendo víctima de pronunciamientos debidos todos a que un general subía y otro mañana, que luego era vencido por otro que contaba con más fuerza y lo lanzaba del poder, y que únicamente en ese concepto ese periódico hablaba de los generales españoles.

Pues bien; como yo recordaba aquel hecho desagradable para mí, como desagradable para todo buen español que ama al ejército, y ama, por consiguiente, a sus generales, yo decía en conceptos indeterminados: como ahora no estamos en los casos de las guerras civiles ni de los pronunciamientos, y en el exterior se mira con mucho cuidado la marcha de la política española, y principalmente los adelantos de nuestro ejército, nuestro generales deben tener mucha circunspección para no dar, no digo motivo, que eso no lo han dado ni lo darán jamás, pero ni siquiera pretexto para que por los actos de uno se vuelvan a repetir estar calificaciones injustas, y contra las cuales protesté enérgicamente; porque no sería justo tampoco que porque un general faltara a sus deberes sufrieran los demás generales del ejército español, que son tan dignos, tan ilustrados, tan pundonorosos, y que están tan inspirados en el espíritu militar como pueden estarlo los generales del ejército mejor organizado del mundo. ¿Se puede hacer protesta más cumplida contra una calificación de la que el Gobierno protestó, ni una defensa más enérgica de los generales españoles? ¿Dónde hay ataque a los generales en particular ni al generalato español como colectividad?

Y eso es todo. Yo no vi las cuartillas; he leído el Extracto porque, recordando al día siguiente lo irritado que se había puesto S.S. por mis palabras después que las pronuncié, creí que me había excedido, y sobre todo, que en el calor de la improvisación había dicho algo que no fuera pertinente, y sobre todo justo, respecto a los generales, y eso me disgustaba mucho, [4196] porque, en primer lugar, no deseo ser injusto, y después porque, si lo hubiera dicho, estaba muy lejos de mi intención; entonces, digo, leí el Extracto, cosa que no acostumbro, porque no me gusta leer lo que hablo, y sobre todo porque no tengo tiempo para esa distracción, y me convencí de que no tenía S.S. razón ninguna y de que no había motivo para que protestara ni en su nombre ni en el de los demás generales.

Y respecto de la pregunta de S.S., yo no sé si en la réplica que le di está la contestación; me parece que sí. Dice así:

"Siento que el Sr. Cassola me haya comprendido mal, y tengo la seguridad de que S.S. me ha comprendido mal; porque así como en otras ocasiones podría creer que no me había explicado bien, ahora es tan opuesto lo que S.S. dice a lo que yo pensaba, que me parece imposible que ni aun por error haya dicho eso que S.S. me atribuye. No; decía que el ejército español necesitaba proceder con exquisito cuidado, porque en el extranjero nos miraban con mucha atención, seguían las pulsaciones de nuestra política los movimientos de nuestro ejército, por razones que todo el mundo comprende". Que eran aquellas a que el periódico aludía de las guerras civiles y de la costumbre que se había establecido en nuestro país, como sistema de los pronunciamientos, por virtud de los cuales se efectuaban los cambios de Gobierno, de esta suerte encomendados a la acción de la fuerza.

Y luego decía:

"Pues bien; dado este interés con que miran al ejército español, yo quería que de ninguna manera, no motivo, pero ni pretexto se diera por nada ni por nadie, para que no nos sonrojara el concepto que se había emitido en el extranjero injustamente, cuando para señalar a algún general inquieto se decía: "ese es un general español"; y en el acto, sin vacilar, añadía yo que no tenían razón al juzgarnos así, porque en España hay generales tan dignos, tan valerosos y tan amantes de sus deberes militares como los de las Naciones que tengan mejor ejército, y no sería justo que por cualquier pretexto se hiciera una calificación semejante.

Pero es más: yo recuerdo haber leído esa calificación en un periódico francés, y por reclamaciones justísimas de algunos dignos generales, el Gobierno español, por medio del Ministro de Estado, pidió al embajador que se viera con aquel Gobierno y procurara que en la prensa no se calificara de la manera que se hacía en aquel artículo a los generales españoles. Y en efecto, nuestro embajador vio al Ministro de Estado de aquel país, y se hizo la debida corrección, y se dio la satisfacción necesaria a los generales españoles.

Por consiguiente, ¿cómo el jefe del Gobierno, a no estar privado de su juicio, había de decir lo que S.S. ha supuesto? Lo que hacía el jefe del Gobierno era sentir que sin razón se haya dicho esto, y afirmar después que cuando se dijo, repito que sin razón, lo que hizo el jefe del Gobierno fue pedir satisfacciones y obtenerlas. Me parece que esto es lo contrario de lo que S.S. ha oído o me ha supuesto".

El Sr. Cassola habló después de pronunciar yo estas palabras y no tuvo nada que decir, creyendo, con razón, que se había dado por satisfecho. Por lo visto, no ha sido así, o después lo ha pensado mejor; y como a mí no me duelen prendas, yo declaro que al hablar de los generales españoles no me fijaba en S.S. ni en ningún general particularmente; decía que los generales españoles, más que otros, por la historia de nuestro país, necesitaban tener circunspección para no dar lugar a ciertos juicios equivocados e injustos. ¿Es que S.S. se puede comprender en la alusión? ¿Es que se puede considerar comprendido en el caso de una excepción? (El Sr. Cassola: Eso lo dirá S.S.). Pero, ¿es que quiere S.S. que yo diga cosa que no me parece propia, que los generales españoles, incluso S.S., son tan dignos, tan ilustrados, tan valerosos como los generales del ejército mejor organizado? ¿Le parecería bien a S.S. que hubiera hecho esta inclusión? Su señoría debe comprenderse en el número, en la acepción general de mis juicios, porque de la misma manera podían todos los generales españoles preguntarme: "¿Se ha referido usted a mí en el juicio que ha hecho?" No me he referido a ninguno; por el contrario, me refería a todos para aplaudirles, y a ninguno en particular para censurarle.

De modo que S.S. es demasiado susceptible y no debía serlo, porque S.S. se levanta aquí a defender a los generales españoles y al ejército, como si alguien les hubiera atacado; y francamente, a mí me parece que si se atacara al ejército y a los generales españoles, no sería sólo S.S. el que se levantara a defenderlos: lo haría el Gobierno por medio del Ministro de la Guerra, y lo harían todos los generales con tanta energía como S.S., porque están tan interesados por el buen nombre del ejército y de los generales como pueda estarlo S.S. mismo. No tiene, pues, S.S. razón ninguna.

Pero como no quiero que a S.S. le quede escozor alguno, si quiere que le incluya expresamente cuando hable de los generales dignos, entre ellos queda incluido; le tengo a S.S. por un general digno, valeroso y lleno de buen espíritu militar. ¿Quiere más su señoría?

No se moleste, pues, conmigo, porque yo no he hecho ni dicho nada contra el ejército español. ¡Dios me libre de semejante cosa! Primero, porque sería injusto, y yo a sabiendas no hago nada injustamente; y segundo, porque, si hubiera alguna injusticia que notar, todos podrían decirla, menos yo, aunque no fuera más que por el sitio que ocupo; y S.S. podrá suponer en mí muchas cualidades malas, pero considerarme tan inocente, y si quiere que le diga la palabra, tan imbécil, que viniera aquí a hablar mal de los generales españoles y del ejército? (El Sr. Cassola: Toda la prensa europea lo ha creído). La prensa europea hace lo que tiene por conveniente; pero yo le debo decir al Sr. Cassola una cosa: antes, cuando aplaudía al Gobierno la prensa extranjera, decía S.S. (me parece que lo he leído en el Extracto de las sesiones) que estaba pagada. ¿Si habré yo pagado a la prensa extranjera para que diga eso, que yo ataco al ejército? (Aprobación. -El Sr. Cassola: Para lo otro). Entonces, para esto, ¿quién le ha pagado, S.S.? (Risas). No, ni para esto ni para lo otro, cédalo el señor Cassola; primero, porque el Gobierno no se vale de esos procedimientos; segundo, porque, aunque quisiera valerse de ellos, realmente no los podría emplear, porque la prensa extranjera en totalidad, dada la unanimidad abrumadora con que ha condenado el acto de que nos estamos ocupando, costaría mucho dinero, y [4197] el Gobierno español es muy pobre para esos despilfarros; y en cuanto a los Ministros, yo declaro que no tengo dinero para poder comprar la prensa extranjera, en el caso de que fuera venal. (El Sr. Cassola: Sería del presupuesto). Pero ¿de dónde, Sr. Cassola? Pero ¿qué presupuesto se necesitaría para comprar la prensa inglesa, la italiana, la austriaca, la prusiana, la belga, la prensa de todo el mundo, porque en esto es unánime? No; lo que hay, se lo voy a decir a S.S., porque es la prensa de todas las opiniones políticas; lo que hay es, que ese hecho a que S.S. no da importancia ninguna, que ese acto que S.S. no tendría inconveniente en suscribir, al otro lado de la frontera no lo comprende ningún militar. (El Sr. Cassola: Pero hay que explicar eso; ahora lo explicaré a S.S.) Ni ningún país, ni ningún hombre de orden, ni ningún Gobierno; y como no lo comprenden, vienen manifestando extrañeza, sin necesidad de que nadie compre a la prensa ni nadie se meta en esas aventuras. No hay general, ni en Francia (El Sr. Cassola pide la palabra), ni en Italia, ni en Alemania, ni en Inglaterra, ni en ninguna parte, que comprenda un acto semejante de un general; y como no hay ningún general que lo comprenda ni ninguno que lo haya hecho, cíteme S.S. uno que haya hecho cosa parecida, naturalmente les extraña, y se preguntan qué país es aquel en que un general hace cosas que no se comprenden ni se conciben siquiera, y de ahí la unanimidad de la prensa de todos los países en censurarlo.

Pero aquí se ha querido decir: es que es un general Senador. Pero, señor general Cassola, si quería ese señor general decir cosas tan graves como las que ha dicho en su carta, y quería decirlas con el carácter de Senador, ¿por qué no lo hizo como Senador y en el Senado, puesto que están las Cortes abiertas? (El Sr. Cassola: Y fuera del Senado; eso es lo que discutimos; si podía decirlo fuera). Pues eso es lo que no comprenden en el extranjero. (El Sr. Cassola: Yo explicaré por qué no lo comprenden). Porque allí no lo ha hecho absolutamente nadie, y esa es la trasgresión militar y el motivo del arresto; que, por lo demás, derechos políticos tiene el señor general a quien nos referimos, como Senador, iguales a los de todos los Senadores; pero lo que no tiene como Senador es el derecho de dirigirse a los demás compañeros de generalato para prepararles a la protesta contra las decisiones de las Cortes y la iniciativa de los Diputados; para eso no tiene derecho, ni como general ni como Senador. Pero todavía ese señor general, obrando mal, exponiéndose a las protestas consiguientes, podía haber hecho eso en el Senado; y como la inviolabilidad del Senador y del Diputado es absoluta, claro es que con las protestas del Senado podía haber ocurrido eso mismo si lo hubiera dicho allí; pero fuera, como militar y dirigiéndose a los militares, créamelo el Sr. Cassola, se lo digo por su bien, le quiero más de lo que él cree: eso que S.S. considera tan sencillo y que S.S. no tiene inconveniente en suscribir, no hay general extranjero que lo considere así, que todos lo creen una falta grave. (El Sr. Cassola: Sino que aquí no se pena por los Códigos extranjeros, sino por los españoles). Pues con arreglo a nuestras leyes lo hemos condenado.

Pero ¡si hay periódicos que atacan al Gobierno porque ha sido poco enérgico, porque el castigo es pequeño! Porque suponen algunos periódicos extranjeros que en el país en donde esos periódicos se publican no hubiera bastado ese castigo, sino que se le hubieran quitado los entorchados y se le habría separado del ejército.

Yo recuerdo que hace poco tiempo, el vencedor de Egipto, una de las ilustraciones militares más notables de Inglaterra, se permitió en un periódico técnico discutir la organización militar inglesa y proponer otra que, a su juicio, era mejor. ¿Sabe S.S. lo que le pasó? Que a consecuencia de esto, un Senador, que también él es Senador, es Par del Reino, le preguntó al Ministro de la Guerra: ¿qué hace S.S. con ese general? Y le contestó: imponerle un castigo y prohibirle que en adelante hable de eso ni aun como cuestión técnica. Ya ve S.S. cómo se entienden estas cosas en el país clásico de la libertad, y aun tratándose de hombres tan eminentes como el vencedor de Egipto.

Ya que aquí se habla tanto de Inglaterra, voy a referir otro caso, no militar, pero pertinente al asunto, para que se vea cómo se entiende la disciplina social, la disciplina parlamentaria y la disciplina para con todo lo que es autoridad. Un Diputado, que era nada menos que jefe de una minoría parlamentaria, se permitió poner en duda las palabras pronunciadas por el jefe del Gobierno, y sólo por ese hecho, realizado contra el jefe del Gobierno, la Cámara, a propuesta del Presidente, le impuso una corrección. ¿Sabe S.S. cuál fue? La expulsión del Parlamento por no recuerdo cuántos días, por bastantes, que fue obtenida por 177 votos contra ochenta y tantos.

Vea el Sr. Cassola de qué distinta manera pasan aquí las cosas; pero, en fin, es necesario que vayamos entrando en las buenas costumbres, en bien de todos y en bien del Sr. Cassola; créamelo S.S.

Por lo demás, respecto de la proposición incidental que ha tenido la honra de presentar S.S., yo no tengo nada que decir, porque supongo que habrá de contestarle cumplidamente el Sr. Ministro de la Guerra; pero como S.S. ha tomado pretexto de ella para resucitar otra cuestión, yo he creído que debía contestar a S.S. estas palabras, más bien como satisfacción a S.S., que yo no niego a S.S. nunca las satisfacciones cuando son justamente pedidas, que para tomar parte en un debate que, en mi opinión, está completamente concluido; porque a mí me parece que no debe traerse a esta Cámara un asunto concluido en el Senado, al que esencialmente corresponde, porque es una cuestión privativa del Senado, y el Senado la ha resuelto, por lo cual el Congreso lo que debe hacer es acatar la resolución del Senado. Y no tengo más que decir. [4198]



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